Reivindicaciones feministas y abolición de los correbous por Helena Escoda

A pesar de que este verano no se han celebrado correbous, ha surgido una nueva polémica sobre esta tradición. Un grupo de dieciséis mujeres de las Terres de l’Ebre y del norte del País Valenciano han decidido agruparse para formar la primera cuadrilla femenina federada de emboladoras de Cataluña. El nombre con el que se han presentado es el de «Emboladoras del Delta», y quieren luchar por hacerse un nombre en las fiestas mayores catalanas y valencianas con el fin de demostrar que las mujeres también son capaces de embolar un buey, tal como suelen hacer los grupos masculinos. La temporada de este año debía ser muy especial para ellas, ya que se querían estrenar embolando y presentándose como agrupación en la fiesta de la Segregación de Sant Jaume d’Enveja, pero la emergencia sanitaria derivada de la irrupción de la COVID19 ha obligado a posponer sus planes por lo menos hasta el próximo año.

A raíz de un reportaje sobre la creación de este grupo emitido en los informativos de TV3, estalló una fuerte polémica derivada, por un lado, por el hecho de que la televisión pública catalana diera voz a una agrupación que promueve una actividad controvertida y éticamente cuestionada, dado que el maltrato al animal es inherente a la celebración del toro embolado y, por la otra, a raíz de la reivindicación de igualdad de género en el seno del mundo taurino. ¿Así pues, como deben recibir noticias como éstas las asociaciones feministas? En un artículo anterior hice referencia a los componentes machistas inherentes a las celebraciones taurinas, porque ya es hora de que se analice el significado de estas tradiciones desde la perspectiva del feminismo, una asignatura aún pendiente. En nombre de la tradición y de la cultura se han cometido -y aún hoy se permiten- verdaderas atrocidades contra las mujeres y contra los animales. Lógicamente, en una sociedad de raíces machistas las tradiciones conservarán rasgos machistas, pero en el mundo taurino el machismo es algo inherente.

Según las investigaciones del antropólogo Jofre Padullés i Plata, expuestas a la obra «Festes amb bous. Recorregut pel nostre patrimoni cultural a través del Corre de Bou de Cardona», los correbous no son simples vulgaridades desestructuradas; la mirada del antropólogo permite captar una clara relación entre la simbología taurina y cuestiones clave de nuestra cultura patriarcal. El riesgo de encarar un toro atrae a muchos machos en periodo de juventud como rito iniciático a una nueva fase de una supuesta masculinidad adulta representada por la figura del toro de forma simbólica.

La filosofa Marta Vericat y Torné ha analizado con detalle los elementos patriarcales presentes en el mundo taurino, y uno de los puntos más detallados es el paralelismo entre el abuso cometido en las tauromaquias y el abuso cometido a la prostitución, ya que ni los toros para la tauromaquia, ni las mujeres para la prostitución representan un límite para la instrumentalización y satisfacción humana, especialmente la masculina. En ambos contextos, individuos (animales y mujeres) son un recurso del que se puede disponer a cambio de dinero.

Desde sus inicios, la genealogía del pensamiento occidental ha concebido la mujer como un ser inferior, subordinado al hombre y como su herramienta de posesión y reproducción. Siguiendo la tradición androcentrista legada por el pensamiento de Aristóteles, las mujeres, los esclavos y los animales eran seres incompletos, cuyo destino se encontraba en manos del único animal racional: el hombre. Con este trasfondo, no debería sorprendernos que el concepto «Derechos para los Animales» fuera entrelazado por primera vez en la historia como una ironía burlesca en respuesta al concepto Derechos para las mujeres, expuesto en La Vindicación de los Derechos de la Mujer (1772 ) por la británica Mary Wollstonecraft, en un ensayo en el que esta autora defendía a la mujer como un ser racional y, por tanto, su derecho a poder acceder a la educación, ya que, si la mujer tenía vetados derechos fundamentales, siempre permanecería en desventaja respecto al hombre. Para Wollstonecraft la educación era el pilar en la lucha por los Derechos de la Mujer, y de ahí que la convirtieron en el blanco de todo tipo de burlas y escarnios. En el ensayo La Vindicación de Brutus, el prestigioso filósofo Thomas Taylor (contemporáneo de Wollstonecraft), profesor de la Universidad de Oxford, pedía también «derechos para los animales», pues, según Taylor, si el razonamiento de Wollstonecraft que abogaba por los derechos de las mujeres se podía admitir como racional, entonces, las «bestias» también deberían tener derechos. Taylor y su entorno estaban convencidos de haber conseguido reducir la tesis de la señora Wollstonecraft a algo absurdo, pero después de años de lucha sacrificada y dura, las reivindicaciones feministas empezaron a recoger sus frutos.

Las violencias machistas y las violencias ejercidas sobre los animales en nombre de la tradición y la cultura nunca son independientes entre sí, al contrario, están completamente interconectadas, por lo que la solidaridad también debería converger. En mi opinión, un grupo de emboladoras que promueven la mal dicha «fiesta de los toros» (en todo caso sería la fiesta de los aficionados y aficionadas), donde el animal es instrumentalizado, objeto de culto y de martirio a la vez, representa una mala interpretación de los valores de justicia e igualdad que debe promover el pensamiento feminista, ya que en cuestión de rituales tradicionales, mujeres y animales somos víctimas de la ley del más fuerte ejercida por el patriarcado más primario.

Helena Escoda i Casas es historiadora, antrozoóloga, profesora de ciencias sociales y portavoz de la Coordinadora per l’Abolició dels Correbous de Catalunya (CACC).

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