Manifiesto

Se prepara la ofensiva final contra la tauromaquia en Cataluña.

Pronto hará 30 años desde que los correbous se regularon con el fin de dificultar que los toros murieran literalmente reventados en los actos taurinos de Cataluña, y que el «corre de bou» de Cardona no acabara con la preceptiva muerte ritual del bóvido. Desde entonces, tres largas décadas de muerte, tortura y bacanal del sadismo han secuestrado las festividades en nuestras calles, a pesar de que una década atrás comenzara la primera gran batalla que consiguió detener, de forma definitiva, el martirio que sufrían toros y caballos en las corridas que se celebraban en el Principado.

La tauromaquia catalana recibió un duro golpe, pero el hecho de terminar sólo con las corridas por aquel entonces, significó el asalto a una parte de la muralla, que quedó agrietada pero en pie, salvaguardando la abyecta fortaleza que protege, codiciosamente, el privilegio de la tortura de terneros, vacas y toros.

El artículo 6.2 del mismo Decreto Legislativo 2/2008 excluyó de aquella abolición las fiestas con toros sin muerte del animal (correbous) en las fechas y localidades donde tradicionalmente se celebran, pero la sociedad catalana -y la comunidad internacional- no lo entendió. La mayoría social del país opina que ha llegado el momento de poner fin esta excepción y incongruencia legislativa. Cataluña reclama que los correbous sean abolidos.

Así pues, actualmente nos encontramos con un derecho básico reconocido por ley, pero violado por la misma administración política -que debería establecer mecanismos para hacerla velar- y la termina permitiendo por falta de diligencia y coraje. La práctica de los correbous es la oscura excepción que contradice y vulnera el fondo y el objeto de la ley de protección de los animales de Cataluña, con una regulación específica igualmente vulnerada, que hasta ahora ha provocado la muerte de numerosas personas y heridas de diversa gravedad. Queda demostrado que la barbarie no se puede regular, no acepta normas, no contempla límites, la barbarie se debe erradicar, se debe abolir.

Sin embargo hay que recordar que, al igual que las corridas, la tauromaquia menor que significan las diversas modalidades de correbous, son una tradición tan catalana como española o francesa, y tan europea como internacional. En Europa podríamos hablar de un origen eminentemente mediterráneo, donde cada pueblo o territorio creó unas variantes, desde la antigua Grecia y hasta las Bretañas con los “bull-running”. El término «bulling», hoy empleado para referirse al acoso escolar, etimológicamente proviene de las tradiciones crueles de Gran Bretaña que consistían en linchar y mutilar toros para diversión popular. Tradiciones abolidas en su mayoría en el siglo XIX.

Nosotros no catalogamos el maltrato animal ni la etiquetamos con etnias, clases o naciones, pero sí con la violencia de género, la sexual o la derramada sobre los niños y los sectores más vulnerables de la sociedad. Para las defensoras de los derechos de los animales humanos y no-humanos y de los principios de igualdad y equidad, desciframos machismo, sadismo, etnicismo, sexismo, sangre, tortura, muerte y adoctrinamiento infantil de estas lacras, que es lo único que ofrecen los correbous en nuestro país; nada nuevo, porque no son de este siglo.

En pleno siglo XXI la tauromaquia sobrevive en Cataluña y causa muerte, dolor y sufrimientos a un incalculable número de toros cerriles (salvajes). El linchamiento al que se somete en contra de su voluntad a estos herbívoros es terrible, pues el fuego es el elemento más temido por todo ser vivo, especialmente para los pacíficos herbívoros, que les provoca trastornos psicológicos, zoocosis, traumas, agotamiento físico, fracturas, contusiones, cortes y otras agresiones que perjudican gravemente su integridad física y psicológica. El bramido del toro mientras es linchado dice mucho, se trata del lenguaje universal, un lenguaje que los paletos no entienden.

Cuando las personas tauro-fóbicas afirman que los correbous son tradición y cultura, en ningún caso mienten; se trata de la larga tradición de la opresión y la cultura de la tortura que ya debería formar parte del pasado. Es por todo ello que reclamaremos al Parlamento de Cataluña, mediante una iniciativa legislativa popular, el fin de la tauromaquia en nuestro país.

La sociedad catalana se ha demostrado siempre rica en cuanto al tejido asociativo y la participación popular que, con el empuje de su ciudadanía y sus entidades, han configurado el potente motor de las demandas de libertad, democracia, progreso ético, de los derechos civiles y la justicia social y medioambiental de Cataluña.

Por unas fiestas sin tortura, por un tradicionalismo no opresivo, por una cultura constructiva, pacífica y solidaria!

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